A veces en busca de la excelencia en el trabajo nos obsesionamos y nos exigimos en demasía, y eso puede provocar una quiebra en el bienestar laboral, ya que es licito que, al exigirnos a nosotros mismos, buscamos la misma exigencia en nuestros compañeros.
Ciertamente en momentos de tanta competitividad bajar el nivel de exigencia se me antoja casi una necesidad para relajar los niveles de estrés, puesto que cuando se trabaja en la sanidad, ya sea humana o animal, la exigencia mal gestionada, puede llevar a la desmotivación por ansiedad.
¿y a que es debido estos niveles de exigencia? En nuestro sector la respuesta es muy clara. Nos pagan para salvar a esa parte de familia que son las mascotas, y vivimos en el miedo o a veces en la frustración de no conseguir como queremos nuestro acometido, ya sea porque a veces no disponemos de los medios o recursos necesarios, o por el contrario, el que no tiene los recursos necesarios son los clientes. O también, a veces, porque es el tiempo quien tiene que determinar la evolución del paciente. Y cuando sucede cualquier de las circunstancias antes mencionadas se genera incertidumbre en todo el equipo.
Para combatir esa incertidumbre todo el equipo tiene que parar, respirar y marcar un plan de acción con todos los departamentos de la clínica y que todos los que forman parte del equipo sepan exactamente que tiene que hacer. Todos los roles son importantes: Los veterinarios tienen que saber comunicar y con las palabras más claras posibles al equipo que necesita de ellos: Al laboratorio que pruebas diagnósticas necesita para descubrir la patología o los diagnósticos diferenciales compatibles. Al departamento de hospitalización o cirugía que necesitará de ellos Y al departamento de comunicación como, cuando y de qué manera se le comunicará al cliente la evolución o el devenir del paciente.
Si esto que parece tan fácil lo logramos es cuando esa exigencia se positiviza y todo el equipo está comprometido y enchufado para sacar el mejor resultado posible, sabiendo que a veces este resultado por desgracia no es el esperado. Pero si por el contario hay algún departamento que no ha entendido su trabajo ya sea porque el equipo no se ha comunicado bien, o simplemente porque el bloqueo ante una incertidumbre ha llevado a no tomar la decisión oportuna, es cuando florece el sentimiento de culpa y sacamos ese látigo que llevamos todos dentro.
Si esto último pasa en demasiadas ocasiones es cuando la exigencia se convierte en un factor de desmotivación ya que afrontaremos los nuevos retos con un histórico que siempre nos recordará las malas experiencias vividas. Para no caer en la provocación de la desmotivación es imprescindible que dentro del equipo haya una figura que dedique parte de su labor en gestionar esas emociones negativas que puedan surgir para evitar que se propague en el resto de todo el equipo.
Para que la exigencia se convierta en motivación hay que delimitarla en el tiempo y poner el foco en el propósito de esa exigencia y analizar los resultados de ella. Si la exigencia es demasiado duradera en el tiempo, o bien no sabes exactamente el porqué de dicha exigencia, o bien el resultado final no sabes si es satisfactorio o no, el desgaste de energía que has derrochado no compensa el nivel de estrés que has tenido que soportar.
En conclusión y, para resumir, la exigencia en si puede ser muy positiva. Puede convertirse en aquel factor de motivación para revertir un caso complicado en un reto. O bien, muy delimitado en el tiempo, puede ser el factor para sacar el mayor rendimiento en un momento de máxima concentración. En esos momentos todas nuestras energías estarán alineadas para cumplir con la mayor satisfacción dicha exigencia. Por lo consiguiente, aprendamos a gestionar la exigencia y seremos equipos comprometidos y excelentes.