Es bien cierto que mandar cualquier mensaje de aprendizaje en un momento en el que se está sufriendo el azote de este virus y sobre todo a todas aquellas familias que están sufriendo pérdidas irreparables, se antoja una misión difícil, pero también es cierto que irremediablemente la vida sigue y solo está en nuestra mano como gestionamos este nuevo reto que la vida nos ha planteado.
En estos tiempos tan complicados de confinamiento, o como dice mi amigo Eduardo, de retiro espiritual forzoso que nos ha tocado vivir, hay algunas personas que dicen que este mundo va a sufrir cambios. Posiblemente tengan razón y quizás sea yo que no lo vea de igual forma, pero desafortunadamente los humanos somos animales de costumbres y de memoria muy corta, y me hace dudar de dicho cambio. Pero tampoco lo veo como una condición indispensable para seguir con la vida que deseamos. Pienso que a pesar de todos los obstáculos que nos ponemos, vivimos en el mejor momento de nuestra existencia, y mucho mejor de los que algunos nos podríamos imaginar jamás.
No obstante, en muchas ocasiones, siendo la primera generación que podemos elegir qué vida queremos vivir, la negatividad, la queja, la ansiedad, la incertidumbre, la mirada a largo plazo no nos deja disfrutar de las cosas que estamos viviendo en el presente y mucho menos poner en valor la situación en que nos encontramos.
Este articulo lo tenía escrito hace un mes cuando justo empezábamos el confinamiento, y me autocensuré porque quería esperar si mi opinión, al cabo de este largo tiempo, según se mire, habría variado en algún aspecto, y he de decir que transcurrido este tiempo me reafirmo en que, escuchando tertulias en los medios de comunicación, seguimos instalados en la queja, en la crítica y sobre todo, y lo más sorprendente para mí, en la poca adaptabilidad, de algunos, que el planeta nos ha suscitado.
Llegado este punto, y perdón por una introducción tan extensa, me gustaría hacer una lista personal del porque este confinamiento está siendo inexorablemente un aprendizaje para mí:
La comodidad: Si recorremos unos años atrás y les preguntamos a nuestros abuelos que les parece esto de tener las comodidades que tenemos hoy en día en nuestros hogares, como luz o agua corriente, o gas para poder cocinar, calefacción ….probablemente nos digan que en este aspecto estamos mejor que nunca. Bien es cierto que poner en valor estos servicios parece demagogia, pero lamentablemente, no todos, hasta no hace tanto tiempo, lo que para hoy es un servicio mínimo y vital para nuestro bienestar, muchos carecían y/o carecen de ellos.
La comunicación: Creo no equivocarme cuando digo que es la primera vez que tengo la necesidad de ver, escuchar, sentir a más gente de lo que habitualmente hago. Por regla general nos comunicamos con los que nos rodean, y por desgracia lo hacemos de modo automático y sin prestar la atención que se merecen. Pero hay muchísima más gente que hace tiempo que no sabes de él, y sin motivo aparente, el solo hecho de preguntar como está, se produce un vinculo que, hasta el momento, parecía aletargado e inexistente.
La relaciones interpersonales y familiares: ¿Cuántas veces nos habremos quejado de que no tenemos tiempo para nuestros hijos o seres queridos? ¿Les hemos preguntado a nuestros hijos que prefieren, vernos todo el día o solo un ratito después de nuestro horario laboral? Lamentablemente, en este caso yo no puedo ser un referente en esta cuestión, ya que yo no tengo hijos, pero me puedo imaginar la respuesta. Estoy totalmente convencido que la relación de madre, profesora, compañera o confidente que se han creado en estos días con nuestros hijos, seguro que habrá sido una experiencia que a ellos no se les olvidará jamás.
La solidaridad: ¿Nos habíamos planteado si nuestro vecino anciano necesita algo? ¿teníamos conocimiento de lo vital que es tener unos sanitarios dispuestos a salvar la vida por nosotros? ¿Sabíamos que teníamos este espíritu de supervivencia que donde no llegan los estamentos públicos, llegamos la ciudadanía generando recursos de primera necesidad? Sin duda alguna cuando nuestra integridad se ve en peligro, paradójicamente no nos volvemos egoístas sino al contrario. Nos humanizamos. Cambia nuestro sentir e irremediablemente nos vienen unas ganas de colaborar y ayudar en todo lo que está en nuestra área de influencia.
Reconocimiento y agradecimiento: Por mis circunstancias laborales, de necesidad esencial como lo llaman ahora, tengo que combinar el teletrabajo con el presencial, y nunca, repito nunca, y reitero una vez más, nunca habíamos recibido tanto reconocimiento y agradecimiento por hacer nuestra labor. Tampoco nos habíamos encontrado con unas normas de seguridad que nos privan del contacto, ya no físico, sino en cierto modo visual: no se os hace extraño no poder vislumbrar una sonrisa detrás de esa mascarilla y tener que intuirla por el movimiento de sus cejas. Pues bien, como decía antes, estas normas innaturales si se me permite decir, las acatan y las comparten, con lo que el reconocimiento a la seguridad y el posterior agradecimiento se hace reciproco.
El ocio: El mundo de la cultura, de la enseñanza, del entretenimiento, del bienestar… Que tan necesarios son para nuestro día a día, nos regalan a diario horas y horas de contenido de una forma absolutamente altruista para que estas horas de confinamiento sean lo más llevaderas y productivas a la par. ¿Os imagináis este confinamiento sin la tan criticada tecnología? ¿No me diréis que no hemos dicho o escuchado tanta animadversión hacia los dispositivos móviles, las tabletas o la denostada televisión, y las horas que nos roba? Como todo en esta vida el secreto debe estar en el equilibrio.
La reflexión: Cuando vamos con el piloto automático tenemos muy poco tiempo de pensar en nosotros mismos y cuando se hace es para sacar el látigo que llevamos dentro y flagelarnos hasta que preferimos desconectar, o lo que es peor, contagiamos a nuestros allegados de nuestras propias frustraciones. Ahora puede ser un buen momento para pensar, reflexionar, conversar con nosotros mismos desde la bondad y revisar todo aquello que no nos gusta y poder tomar cartas en el asunto. Tenemos, más que nunca, el poder de decisión de como queremos vivir nuestra vida, con lo que sugiero que seamos un poco más egoístas y pensemos que podemos hacer para lograr ese nuevo objetivo. Recuerda que, en el preciso momento que nosotros brillemos, todo nuestro entorno, inexorablemente también brillará.
Seguro que me dejo muchísimos más inputs positivos que nos trae este retiro espiritual forzoso y seguro los míos son válidos para mí y tú puedes hacer una extensa lista de los tuyos, pero para resumir un poco el sentir que tengo, es que la humanidad tiene ese instinto de supervivencia que lo hace capaz de adaptarse a cualquier circunstancia en cualquier momento y cuando este instinto se nos antoja necesario solo hace falta rebuscarlo en nuestra alma, que seguro que está allí esperándonos para sacar lo mejor de nosotros mismos. Y cuando somos capaces de apreciar y apelar a ese instinto, nada ni nadie nos puede impedir vivir esta experiencia de la forma más digna y feliz posible.
Parafraseando a Victor Frankl, el sentido de la vida no solo difiere de una persona y otra, sino que nosotros mismos tendremos un propósito vital en cada etapa de nuestra existencia.