En artículos anteriores vimos los beneficios que aportaba pasar de una organización vertical a una organización horizontal, o lo que es lo mismo, de una jerarquía a una adhocracia. Para que la adhocracia sea plena todo el equipo tiene que confiar el uno en el otro como si de un matrimonio se tratara. Y ya sabemos a estas alturas que para que un matrimonio funcione hay que cuidarlo y cultivarlo día a día.
Pues esta es una de las tareas más apasionantes de un liderazgo consciente. Saber detectar fisuras en el compromiso o en la confianza del equipo es de vital importancia para poder atajarlas a tiempo e impedir que se rompa la cohesión de la organización.
A veces el exceso de trabajo o la delegación de un asunto importante sin estar seguros de haber pasado bien la información, o bien un malentendido no resuelto, comporta grandes errores de comunicación, y es allí donde comienza el descrédito y la desconfianza. Cuando esto sucede hay que poner herramientas y debatir el conflicto con total transparencia. En ese momento es cuando la palabra humildad recobra el sentido más primario.
Nada es más importante que el equipo, y el equipo se compone de personas, personas que somos totalmente diferentes y con unos valores totalmente distintos al de los compañeros. Valores que cada uno los entendemos desde nuestra perspectiva y que para unos son importantes y para otros carecen de ellos. Cuando tenemos la capacidad de entender, respetar, comprender sin juicio alguno los valores de cada uno, es cuando nos reconvertimos en personas humildes y somos capaces de hablar desde lo mas profundo de nuestro ser.
Para poder solucionar cualquier conflicto que tiene que ver con la comunicación hay que crear un espacio u y un clima relajado y el momento más sosegado posible, y que todas las partes puedan ejercer su turno de palabra sin interrupciones. Para ello es bueno que haya una figura que tenga el rol de moderador que reparta juego a todos los componentes del equipo. A veces, por las prisas del momento se toman decisiones precipitadas y es ahí cuando intervienen los factores de estrés que muy probablemente no nos dejaran tomar la mejor decisión. Si el equipo en ese momento no está estable, mejor, si se puede, dejarlo para otro momento. En el caso de que no sea posible posponerlo tendrá que ser la persona que tenga una mayor relevancia en esa área para tomar la decisión y dejar el conflicto para más tarde.
Como hemos dicho en anterioridad las relaciones interpersonales hay que cuidarlas día a día y es cuestión de ponerlo en practica a diario. Personalmente considero que un valor muy importante a la hora de trabajar en equipo es la flexibilidad. Ser flexibles nos hace ser versátiles y ver el conflicto desde varios puntos de vista. Si tenemos esa capacidad, convertimos ese conflicto en una oportunidad de aprender de la situación, y a su vez aprender del resto de nuestros compañeros.
Los conflictos, los errores, los malentendidos van a suceder siempre, pero es importante que le demos la relevancia que realmente tiene y no la exageremos y saquemos el látigo de la culpa. Si dejamos que el conflicto coja vida propia lo único que conseguiremos es erosionar una preciosa relación. Si por el contrario ponemos toda la carne en el asador para solucionar los conflictos, el estado de satisfacción que te queda en cada reconciliación te reconforta y te empodera emocionalmente, de tal manera que en los próximos conflictos nos será mucho más fácil debatirlos, y me atrevería a decir que lo haremos con una gran sonrisa, puesto que el resultado final, por los precedentes que tenemos, ya sabes cuál será. Disfrutemos pues, y pongamos más en valor la reconciliación y el dialogo, y no nos regocijemos tanto en los conflictos.