Transformación organizacional

Recuerdo que cuando empezamos a preguntar a nuestros clientes cómo nos veían, una de las críticas que más nos sonrojó es que teníamos poca empatía con los clientes. Hay que decir que en esa época éramos un pequeño consultorio donde había muy poca distancia entre recepción y la sala de espera. De hecho, no había sala de espera sino unas cuantas sillas para que pudieran sentarse los clientes. En ese momento no le dimos importancia y pensábamos que el problema era no tener salas de espera.

 

Unos años más tarde tuvimos la posibilidad de aumentar nuestras instalaciones y nuestra primera decisión fue ampliar la zona para nuestro cliente. Pasamos de tener una recepción y sala de espera de 20m2 a tener unos espacios acogedores por separado con dos salas de espera (una de gato y otra de perro), y una recepción de 60m2.

Eureka. Ya hemos encontrado la solución a nuestros problemas. Nada más lejos de la realidad. Esa crítica, que en su momento se quedó aparcada, fue como aquella espinita que se nos clavó y que teníamos que ponerle solución.

En ese momento no hubo autocrítica. En ese momento el cliente no nos conocía y nosotros íbamos al centro hacer nuestro trabajo. En ese momento no comprendíamos que no era un tema de estar más ocupado o menos, sino que era un tema de sonreír.

Sonreímos poco. Me atrevería a decir que en nuestra vida familiar las sonrisas escasean, pero es que en nuestra vida laboral menos. Sonreír en el trabajo está mal visto. Sonreír en la calle te tildan de loco. Sonreír en el metro es que te estas riendo de alguien. Y yo pregunto: ¿Como podemos ser felices sino sonreímos?

Esta es nuestra propuesta. Ser feliz. Una organización feliz es más empática, más compasiva, más proactiva, más cohesionada y en el fondo mejor equipo.

La buena noticia es que es un propósito alcanzable. Requiere esfuerzo y si me permitís unas cuantas píldoras que iremos desarrollando, pero el bienestar que provoca en nuestro ser es inmensamente sorprendente.