En tiempos difíciles, decisiones en equipo

En ocasiones, como lo que nos acontece en estos días de confinamiento, la vida nos da lecciones de lo que somos y de cómo vivimos en este mundo. Des de que el hombre es hombre hemos intentado dominar el mundo a nuestra manera y hoy nos damos cuenta de que es el mundo que nos domina a su antojo. Pero no necesariamente tiene que ser malo y siempre hay oportunidad de aprender, porque precisamente en estos momentos, es cuando nos sale de dentro la parte más humana y nos obliga a poner consciencia en todo aquello que hacemos, pensamos o decimos. Es el momento de ser consecuente con nuestras decisiones.

Antes de empezar, solo quiero recordar, aunque a nuestros poderes políticos se les olvide, que somos sanitarios, no vende piensos, y estamos obligados a prestar servicio ya que nuestro propósito, por encima de todo, es la de salvar vidas, aunque en este caso, conlleva poner en riesgo la nuestra.

Los que me seguís ya sabéis que todas mis publicaciones están dirigidas a liderazgo y equipos, mostrando experiencias vividas, que no por ello son de ejemplo para nada ni para nadie, pero que me gusta compartir por si a alguien le pueda ser de ayuda, y es por ello que me gustaría compartir con vosotros la experiencia vivida la semana pasada, por si os sentís reflejado o por el contrario pensáis que esta no es vuestra historia y simplemente os entretiene leerla.

Todo empieza con un jueves que se escucha rumores que, a causa del covid-19, van a ordenar un confinamiento. En ese momento, tanto los equipos de tienda como de clínica, decidimos entre todos, unos horarios donde separamos los equipos para evitar un posible contagio de todos y poder seguir dando servicio a nuestros clientes. En ese momento en el país había incertidumbre, desconocimiento, quizás miedo, pero en ningún caso psicosis y todos nos dejábamos llevar por esa inercia.

La semana empieza con buenos ánimos, con protocolos muy estrictos, anulando todos los servicios que no fueran estrictamente necesarios y haciendo un esfuerzo descomunal para informar a todos nuestros clientes de la nueva situación. No tardó mucho en que la psicosis y el pánico se apoderó de nosotros, y no sin razón. Las noticias no eran alentadoras, el ritmo de trabajo es más bien bajo y eso nos da muchas horas para pensar. La incertidumbre del que pueda pasar cada vez es mas latente, pero sobre todo lo que va haciendo mella en nuestro ser, es la exposición constante al virus, mientras la mayoría de la población está confinada en sus casas.

Al jueves siguiente volvemos a debatir sobre la nueva situación, ya que el paradigma de la semana anterior había cambiado por completo. En ese momento se plantea de forma colectiva varias opciones y para resumirlas, lo que realmente se debatía era: Que es lo mejor para la empresa y/o que es lo mejor para los integrantes del equipo. No se si alguien se puede imaginar que es debatirse entre los resultados o la salud.

En este punto he de decir que nuestra organización es totalmente horizontal, y donde todas las decisiones, en medida de lo posible se toman en grupo. Esa decisión no me tocaba tomarla a mí, aunque si me lo hubieran pedido probablemente lo hubiera hecho, por el simple hecho de quitarles la mayor responsabilidad que tenían sobre el devenir de la organización. Sin duda el equipo tuvo que tomar la decisión más dura que se había planteado hasta ese momento laboralmente hablando. La más trascendental para ellos, para el equipo y para la empresa que afectaba, no solo en su día a día, sino que en su futuro más inmediato.

Como líder, el tsunami de emociones fue para escribir un libro entero, pero para resumirlo, puedo decir que pasaba de la angustia a la conformidad, de la ira a la complacencia, de la incertidumbre a la lucidez más absoluta. Pero hasta en los momentos de sentimientos más encontrados, tenía una sensación de que aquello que habíamos luchado como equipo daría sus frutos.

Para no influir en la decisión del equipo no quise estar en los debates internos, aunque me moría de ganas de estar y opinar, pero entendí que era su momento y que tenía que quedarme al margen. Afrontaron la situación con una entereza envidiable, dejando las individualidades en segundo plano y pensando en todo momento para y por el equipo y a su vez por aquello que les une que es la empresa que tanta fidelidad han demostrado al largo de los años, y una vez más lo iban a volver hacer.

En todo momento, tengo la costumbre de agradecer, de corazón, al equipo que hayan escogido estar a nuestro lado y saben también que, por los motivos que sea, cuando el futuro nos depare caminos distintos solo habrá palabras de agradecimiento de todo lo que me han enseñado y que han tenido la generosidad de compartir con nosotros, pero hoy han sido ellos, el equipo, la organización, el grupo de personas que conforman esta gran familia los que nos han dado una lección de gratitud que difícilmente olvidaré para el resto de esta maravilla de vida.

Como decía al principio del artículo, es tiempo de aprender. ¿que os parece si aprendemos a ser y estar agradecidos?