La semana empieza con buenos ánimos, con protocolos muy estrictos, anulando todos los servicios que no fueran estrictamente necesarios y haciendo un esfuerzo descomunal para informar a todos nuestros clientes de la nueva situación. No tardó mucho en que la psicosis y el pánico se apoderó de nosotros, y no sin razón. Las noticias no eran alentadoras, el ritmo de trabajo es más bien bajo y eso nos da muchas horas para pensar. La incertidumbre del que pueda pasar cada vez es mas latente, pero sobre todo lo que va haciendo mella en nuestro ser, es la exposición constante al virus, mientras la mayoría de la población está confinada en sus casas.
Pero hasta en los momentos de sentimientos más encontrados, tenía una sensación de que aquello que habíamos luchado como equipo daría sus frutos.
¿Te ha pasado en algunas ocasiones que en un mismo día cambiemos nuestra forma de actuar según la decisión que tenemos que tomar? ¿Creéis que una vez tenemos claro nuestra forma de liderar a nuestro equipo, es inamovible? ¿O pensáis que la mejor fórmula es dejarnos llevar por nuestra intuición a la hora de tomar una resolución?
La verdad es que, repasando los distintos liderazgos basados en el pensamiento de Daniel Goleman, uno de los mentores de la inteligencia emocional, y adaptándolas a filosofías taoístas en la adaptación al cambio, que acuño en una sola frase el mítico Bruce Lee “Be wáter my friend”, pienso que un buen líder es aquel que, según los acontecimientos, es capaz de variar su forma de liderar.
Dejadme que haga un pequeño inciso en la palabra “conflicto” que tanto nos duele y tan desagradable nos suena. Tenemos conflictos a diario con todas las personas que nos relacionamos: con nuestras parejas, con nuestros hijos, con nuestros padres, con nuestros compañeros y sobre todo con nosotros mismos. Si no fuera así seria porque todos tenemos un pensamiento único y eso nos llevaría a la destrucción humana porque nunca cederíamos cuando alguien se saliera del camino ni cederíamos con nosotros mismos. Lo realmente saludable es saber convivir y sobrellevar el conflicto para poder aprender a gestionarlo y superarlo hasta que un conflicto se convierta en una discrepancia solucionable.
A veces en busca de la excelencia en el trabajo nos obsesionamos y nos exigimos en demasía, y eso puede provocar una quiebra en el bienestar laboral, ya que es licito que, al exigirnos a nosotros mismos, buscamos la misma exigencia en nuestros compañeros.
Ciertamente en momentos de tanta competitividad bajar el nivel de exigencia se me antoja casi una necesidad para relajar los niveles de estrés, puesto que cuando se trabaja en la sanidad, ya sea humana o animal, la exigencia mal gestionada, puede llevar a la desmotivación por ansiedad.
Nada es más importante que el equipo, y el equipo se compone de personas, personas que somos totalmente diferentes y con unos valores totalmente distintos al de los compañeros. Valores que cada uno los entendemos desde nuestra perspectiva y que para unos son importantes y para otros carecen de ellos. Cuando tenemos la capacidad de entender, respetar, comprender sin juicio alguno los valores de cada uno, es cuando nos reconvertimos en personas humildes y somos capaces de hablar desde lo mas profundo de nuestro ser.
Disfrutemos pues, y pongamos más en valor la reconciliación y el dialogo, y no nos regocijemos tanto en los conflictos.
¿Le hemos preguntado a los componentes del equipo si les gusta su horario? ¿está en nuestra mano solucionar los problemas de los horarios laborales? ¿Puede existir la flexibilidad horaria? Si en el articulo anterior decíamos que buscábamos la excelencia con el trato al cliente, ¿porque no lo hacemos con el trato a nuestros compañeros?
Todos los cambios si son comprendidos y apoyados por todo el equipo, y se hacen con una cierta lógica, sin perjudicar al resto de compañeras, es un valor añadido en el sueldo laboral y por consiguiente en el bienestar laboral, familiar, social ….
Para que la credibilidad de todas las personas relacionadas en la clínica veterinaria sea fehaciente, es un esfuerzo de todo el equipo. Es necesario que rememos todos a una; auxiliares, veterinarias, recepcionistas, gerentes …. Para ello, tan importante es que la auxiliar de veterinaria tena el deseo de empoderarse y coger responsabilidad, como que el veterinario aprenda a delegar, trabajos que le roban tiempo innecesariamente, y lo haga con total confianza a sus compañeras.
Si la situación es positiva, el triunfo es de todos, y nos acerca a aquella sensación tan maravillosa que se llama excelencia.
A mi parecer se requiere mucha más divulgación en gestión emocional, grandes dotes de comunicación y practicar la compasión, aunque a veces no te sientas comprendido. Pero lamentablemente por mucho esfuerzo que pongamos de nuestra parte, a veces es preciso mejor dar un paso al lado y poner esos límites de empatía, antes de que tu vocación se convierta en una condena y afecte más allá de tu vida profesional.
Por suerte, no todos los momentos que transitan por la clínica son duros o traumáticos.
Generalmente todas las organizaciones y en particular las clínicas veterinarias hacemos Rounds o reuniones. En nuestro caso hacíamos reuniones fuera del horario laboral cada tres meses y un resumen semanal cada semana. Actualmente hacemos Rounds a diario y los equipos de trabajo en privado periódicamente. Aparte de estos rounds también nos juntamos para repasar temas o protocolos, que en el día a día se nos hace difícil de trabajar, por el poco tiempo que tenemos. La pregunta es obvia: ¿De dónde se saca el tiempo?
Una vez tomamos conciencia nos dimos cuenta de que tomar decisiones en conjunto nos traía más satisfacción, más equilibrio y nos liberaba, en este caso a los jefes, de ser los únicos responsables de una decisión acertada o equivocada.
No fue un proceso sencillo. Como os podéis imaginar el carrusel de emociones fue intenso, pero a la vez nos dio la oportunidad de conocernos en mucha más profundidad del que hasta el momento teníamos conocimiento. El primero que tuvo que responder a preguntas que hasta el momento no se habían planteado fue, en ese momento, un jefe que cargaba con la mochila de todas las decisiones.
Ser feliz era y es nuestro propósito. Y particularmente no me conformo con intentarlo, porque si nos quedamos en el intento difícilmente lo llevaremos a cabo.
Porque, entonces, si no nos ha ido mal, ¿no estamos contentos? ¿Qué necesidad tenemos de cambiar nada si con unas píldoras de felicidad ya funcionará? ¿Como hago yo para cambiar esta actitud? ¿Como consigo que los de mi alrededor sean un poco más felices? ¿me conviene a mí que sean felices? ¿Afectará la economía de la empresa que sean felices?
Recuerdo que cuando empezamos a preguntar a nuestros clientes cómo nos veían, una de las críticas que más nos sonrojó es que teníamos poca empatía con los clientes. Hay que decir que en esa época éramos un pequeño consultorio donde había muy poca distancia entre recepción y la sala de espera. De hecho, no había sala de espera sino unas cuantas sillas para que pudieran sentarse los clientes. En ese momento no le dimos importancia y pensábamos que el problema era no tener salas de espera.