Como recordareis en el último artículo, ser feliz era y es nuestro propósito. Y particularmente no me conformo con intentarlo, porque si nos quedamos en el intento difícilmente lo llevaremos a cabo.
Por aquel entonces probablemente podíamos pensar como la mayoría de las empresas. Hasta ahora había una jerarquía muy marcada y una organización modélica y que nos daba buenos resultados. Porque, entonces, si no nos ha ido mal, ¿no estamos contentos? ¿Qué necesidad tenemos de cambiar nada si con unas píldoras de felicidad ya funcionará? ¿Como hago yo para cambiar esta actitud? ¿Como consigo que los de mi alrededor sean un poco más felices? ¿me conviene a mí que sean felices? ¿Afectará la economía de la empresa que sean felices? ….
Infinidad de preguntas que solo tenían un condicionante importante: yo, yo, y después yo. Puro egoísmo solo para un supuesto bienestar que desconozco. El egoísmo nos ciega, no nos deja razonar, nos llena de estereotipos, dudas, incertidumbres y prejuicios - Quiero que sea una organización feliz, pero no sé por dónde empezar, y no sé si quiero hacer nada para que cambie. Es más, no si me conviene que mi equipo me vea dubitativo, débil y vulnerable. - Dudas razonables, pero lamentablemente equivocadas.
Ser feliz en el trabajo es una tarea dura, larga y costosa, y más si dependes de superiores, pero ¿quién no quiere ser feliz? El poder de la sonrisa es tan inmensamente placentero que vale la pena hacer este esfuerzo. ¿Lo probamos?
Empezamos a trabajar en un sistema GROW de coaching, y que me perdonen los Coachees por la intromisión. El objetivo lo tuvimos claro: La felicidad. La realidad también la teníamos más o menos clara: Poco empáticos; o eso parecía.
Cuando empezamos a preguntarnos, nos dimos cuenta de que dábamos por supuesto una infinidad de conceptos como el compañerismo, la generosidad, la confianza, la transparencia …. y en buena parte estábamos equivocados. Y entonces es cuando surgió la gran pregunta. Si todos nos llevamos bien, si somos una gran familia, si todos nos queremos, ¿porque nunca nos hemos hecho estas preguntas?
En ese momento es cuando nos dimos cuenta de la realidad: Solo íbamos a trabajar; no había cultura de empresa, no había cultura de equipo. Solo íbamos a salvar la vida de nuestros pacientes y contribuir en la felicidad de nuestros clientes, pero nos habíamos olvidado por completo de nosotros, de nuestro bienestar. El jefe, el director, el gestor, ponedle el nombre que queráis, no había hecho nada para crear una organización saludable, con valores, con objetivos claros; una organización sin alma
La realidad no es que no seamos empáticos. La realidad es que no gozamos de un bienestar laboral y mucho menos alineado con un bienestar personal. Conocer la realidad duele, pero es un principio para trazar un camino. Es ese toque de atención, ese grito de esperanza que un mundo mejor existe y que con esfuerzo de todos lo podemos lograr. Saber la realidad te da consciencia y esta es una de las claves para visualizar que opciones tenemos para llegar al objetivo. La felicidad organizacional.