En anterioridad vimos que es importante saber gestionar el tiempo, sobre todo, cuando gracias al ritmo de trabajo, andamos escasos de ello. Es preciso, entonces, agendar muy bien todas las tareas. Curiosamente cuando se trabaja en equipo y con una buena agenda, de forma casi mágica tenemos tiempo incluso de reír juntos. ¿hay alguna satisfacción mas grande que acabar la jornada echándote unas risas?
A la hora de gestionar la agenda, es importante respetar el ritmo de cada uno de nuestros compañeros y también gestionar la prioridad de los casos, aunque, por lo general, para el cliente su caso siempre es el más urgente. Dar espacio entre visita y visita para poder afrontar la próxima cita con la cabeza fría y con mayor sonrisa es aportar valor y calidad en la recepción del nuevo cliente. En ese momento es donde la auxiliar de veterinaria coge protagonismo y acompaña al cliente y paciente en los primeros compases de su cita y así dar ese paso de gigante para que el cliente se sienta bien acogida, y quitarle la incertidumbre que se sufre en una sala de espera.
Se nos hacía realmente complicado cuando los veterinarios salían de una consulta con una situación de dificultad, entrar inmediatamente en la visita de un cachorro, donde el cliente tiene una ilusión desbordante, mientras que tu cara habla por sí sola. Y es cierto que por mucho que intentes agendar estos momentos a veces no es posible. Cuando notas que tu compañera auxiliar está alineada con tus sentimientos por la situación que estas sufriendo, y sabes que está capacitada para continuar donde tú lo has dejado, soportas la situación con mucha más fortaleza.
Es de vital importancia preservar los tiempos y los espacios para los momentos complicados, o lamentablemente, en el momento de una posible despedida del paciente, para que el cliente pueda procesar y expresar sus emociones de una forma muy íntima, en ese momento tan duro. Gestionar esos momentos de dolor siempre es traumático para todos.
Es cierto que, a veces habiendo hecho un buen trabajo, el cliente puede ser que no lo perciba como tal. En ese momento se produce la duda razonable de si el cliente tiene razón y no estás haciendo todo lo que está en tus manos o que el cliente a causa de esa mala situación, carga contra nosotros toda su ira o frustración.
Es en ese momento donde hay que poner límites a la empatía. Recuerda que, por lo general, todo aquel que escoge cualquier profesión clínica se ha formado para tratar pacientes, y cuando empezamos a ejercer la profesión, nos encontramos con la realidad que también tratamos con clientes, y para ello, no nos hemos formado.
A mi parecer se requiere mucha más divulgación en gestión emocional, grandes dotes de comunicación y practicar la compasión, aunque a veces no te sientas comprendido. Pero lamentablemente por mucho esfuerzo que pongamos de nuestra parte, a veces es preciso mejor dar un paso al lado y poner esos límites de empatía, antes de que tu vocación se convierta en una condena y afecte más allá de tu vida profesional.
Para ello las auxiliares de veterinaria y el resto de equipo tienen que estar formadas y preparadas para conectar con el sentir de sus compañeros veterinarios y poder trazar un plan de acción antes de afrontar las próximas visitas. Por este motivo, es importante, saber escuchar, percibir, fijarse en la comunicación no verbal y poder actuar todo el equipo en consecuencia para que el cliente no perciba ninguna situación anómala o negativa. A veces es necesario parar, respirar, y volver a la carga, o pasar el testigo.
Por suerte, no todos los momentos que transitan por la clínica son duros o traumáticos. También se viven momentos de inmensa felicidad y esos momentos son los que hay que aprovechar para agradecer el esfuerzo a toda la organización el buen trabajo realizado diariamente, para que a la hora de finalizar la jornada te queda ese buen sabor de boca que te hace llegar a casa con ganas de volver el día siguiente. Apetece, ¿no?